La sensación de usar un casco mucho más pequeño que la cabeza. El dolor intenso y palpitante en la mitad de la cabeza y la sensación de que el ojo se escapará de su órbita. La desesperación y el deseo de desenroscarse la cabeza y arrojarla por la ventana. Así suelen expresar su padecimiento las víctimas de las diversas y poco comprendidas formas que asume el dolor de cabeza o cefalea , una afección enormemente difundida y, paradójicamente, desestimada con demasiada frecuencia.
Como todo dolor, la cefalea crónica es una sensación intransferible. No aparece en radiografías o análisis. Quien la padece a menudo la oculta, temiendo la respuesta consabida ("tomate una aspirina y no te quejes más"), o ser estigmatizado como hipocondríaco o mentiroso. Por el otro lado, a quien no sufre esta afección le cuesta comprender que a alguien lo torture el mismo dolor durante días, meses e incluso años. Es una dolencia incapacitante que, socialmente, no es reconocida como tal.
El abuso de analgésicos es un tema aparte. Algunas cefaleas crónicas podrían estar asociadas a un consumo excesivo de sustancias destinadas a aliviar el dolor: diversos analgésicos y sustancias como la ergotamina, tryptane y antiinflamatorios no estereoides , explica el doctor Leston. La gran incógnita es si el paciente abusa de los fármacos por el dolor o si el dolor es causado por el abuso de fármacos. Hay indicios de la existencia de pacientes que pertenecen a un grupo o al otro.
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